MAÑANAS DULCES
Me gustan estas primeras mañanas dulces de primavera, cuando el reloj no me persigue hasta casi el mediodía y me siento la dueña de mi vida y de mi tiempo. Me gusta dormitar porque sí, sin el condicionante del frío que me espera al salir al exterior. Me gusta abrir las ventanas y dejar la cama sin hacer. Y ver cómo los amarillos rayos de sol se filtran por entre el tejido de las cortinas y llenan la sala de pinceladas ocres, poniendo al descubierto las marcas que las patas de mi gato han dibujado sobre la superficie de los muebles. Me gusta sentarme y desayunar despacio, sin música ni radio, oyendo sólo el ruido de la calle y sin pensar en nada. Como si fuera fiesta. Y luego salir y dejar que mis pasos me lleven hacia el río y la calma. Y alargar el paseo. Y pararme a observar los insectos y las flores que empiezan a apropiarse del paisaje.
Hasta que llega el momento inevitable en que la realidad se impone. Y la hora se echa encima. Y vuelven el trabajo y el polvo de los muebles y la cama sin hacer. Y todo ese rosario interminable de tareas que la especie humana (inteligentes tenemos la osadía de llamarnos) se ha ido imponiendo a sí misma con el paso de los siglos.
#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Virginia Cuadrado Cocho
Me gustan estas primeras mañanas dulces de primavera, cuando el reloj no me persigue hasta casi el mediodía y me siento la dueña de mi vida y de mi tiempo. Me gusta dormitar porque sí, sin el condicionante del frío que me espera al salir al exterior. Me gusta abrir las ventanas y dejar la cama sin hacer. Y ver cómo los amarillos rayos de sol se filtran por entre el tejido de las cortinas y llenan la sala de pinceladas ocres, poniendo al descubierto las marcas que las patas de mi gato han dibujado sobre la superficie de los muebles. Me gusta sentarme y desayunar despacio, sin música ni radio, oyendo sólo el ruido de la calle y sin pensar en nada. Como si fuera fiesta. Y luego salir y dejar que mis pasos me lleven hacia el río y la calma. Y alargar el paseo. Y pararme a observar los insectos y las flores que empiezan a apropiarse del paisaje.
Hasta que llega el momento inevitable en que la realidad se impone. Y la hora se echa encima. Y vuelven el trabajo y el polvo de los muebles y la cama sin hacer. Y todo ese rosario interminable de tareas que la especie humana (inteligentes tenemos la osadía de llamarnos) se ha ido imponiendo a sí misma con el paso de los siglos.
#SafeCreative Mina Cb
Imagen de Virginia Cuadrado Cocho
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