INÉS Y
LOS MAGOS
No es
que fuera tonta como sostenían muchos. Al contrario, era lo bastante lista como
para saber que hay preguntas que nunca se deben formular. Y dudas que jamás
deben ser expuestas a los adultos. Porque la mente de los adultos es muy diferente
a la de los niños, y no sólo por su tamaño sino también por su configuración.
Los adultos viven encerrados en una realidad absurda e inmutable; una realidad
ridícula, rígida como una regla, hermética como la cabina de un avión. Una
realidad sin puertas ni ventanas. Un espacio viciado donde no entran el sol, el
aire ni la fantasía.
De modo
que ella seguía escribiendo su carta a los Reyes Magos cada año, y la entregaba
personalmente al paje real, que no se fiaba un pelo de los buzones de las
tiendas. Y seguía pidiendo lo que piden los niños, o sea juguetes, el fin de
las guerras y un disfraz de princesa. Y cada año seguía vistiéndose con sus
mejores galas el cinco de Enero para ir a recibir a sus majestades. Y seguía
contemplando la comitiva con los ojos como platos recién salidos del
lavavajillas, redondos, transparentes y brillantes. Y seguía agarrando con
fuerza la mano de sus padres cuando el rey Melchor abría el imponente desfile,
con su barba rizada y su capa de satén. Y seguía dejándose besar por Baltasar,
el mago que le tiznaba las mejillas. Y una vez finalizado el espectáculo se
iban todos a casa, ella cenaba en silencio y luego se acostaba y trataba de
dormir de un tirón.
Nunca
se levantó, como habían hecho algunos de sus amigos al escuchar un ruido, a
comprobar la identidad de los portadores de los regalos. Nunca preguntó a sus
padres cómo era posible que los reyes estuvieran a la vez en Bilbao y en
Barcelona. Nunca confesó las sospechas que albergaba sobre el huidizo color de
la piel de Baltasar.
Nunca
dijo nada de eso. Y así, cada mañana del seis de Enero, ella encontraba junto a
su zapato sus juguetes y su traje de princesa, mientras que algunos de sus
amiguitos, aquéllos que habían tenido la osadía de exponer sus dudas a los
adultos, sólo encontraban pijamas, libros y cosas parecidas.
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