LA TAZA
DE CAFÉ
Giraba
la cucharilla dentro de la taza, frío el café, mientras la respuesta rebotaba
en el interior de su cerebro, retumbando en mitad del vacío, dibujando
círculos, zumbona y obsesiva como la mosca que queda atrapada en el interior de
un frasco y que revolotea buscando una salida.
La
respuesta, en realidad, llevaba meses encerrada en ese frasco, asfixiándose
poco a poco, sin fuerzas ya para gritar. Ni se acordaba del tiempo que hacía
que no se miraban a la cara, que no hacían sino compartir un espacio que se iba
empequeñeciendo poco a poco hasta el punto de haber convertido aquél inmenso
apartamento soleado en un oscuro y apestoso zulo y de haber hecho del silencio
el cotidiano y angustioso pan de cada día.
Hasta ese momento en que, por una vez, habían decidido entablar una conversación civilizada, sin insultos ni reproches y también sin esperanzas. Fue durante el transcurso de ese diálogo, justo en el momento en que ella vertía el café dentro de las tazas, cuando él le preguntó si ya no lo quería. La pregunta la cogió por sorpresa, no lo creía tan valiente. Y ella tampoco se consideraba tan cobarde como para no habérsela formulado a sí misma hacía algunos meses, cuando la idea de abandonarle y de enfrentarse al mundo en solitario la llenaba de temores, cuando pensaba que aún era posible evitar que aquél barco se desmembrase por completo.
Los
ojos seguían fijos en la taza, el negro líquido agitándose, ya turbio y sin
aroma, cuando la mosca encontró al fin la abertura del tarro y la palabra salió
de sus labios sin que ella pudiera retenerla:
“No”-
le dijo.
Y la
cucharilla se detuvo.
Termino apenas un cuento, y en busca de una imagen me encuentro con tu texto.
ResponderEliminarFelicidades, te envío un saludo.