PADRE
Fuiste
primero el hombre que veló mis sueños,
los
labios amantes,
el que
puso nombre a todos los objetos.
Fuiste
la dulce nana que calmó mi llanto,
que meció
mis miedos,
que
guió de cerca mis primeros pasos.
Fuiste
el árbol robusto en que apoyé mi espalda,
fuiste
mi cobijo,
la
alargada sombra que el calor aplaca.
Fuiste
roca impasible en tiempo de caprichos,
serio,
inabarcable,
cuando
yo era toda rabia y torbellino.
Fuiste
manos abiertas, alma generosa
en los duros años
de
enmendar errores, de cambiar las cosas.
Lo
fuiste todo para mí, y quisiera
que no
partieras nunca,
que
nunca me olvidaras, que las cuencas
de tus
errantes ojos
se
llenaran de brillo, se encendieran
como
antaño,
a la
tímida luz de las ideas.
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