Queridísimas personitas:
Son más de doce años desde aquella tarde calurosa de junio en que vegetaba ante la pantalla del ordenador y me inventé este reto de contar una historia diferente cada día.
No sabía muy bien a dónde me podía llevar eso, pero desde luego que ni la mejor de mis previsiones hubiese vislumbrado todo lo que a raíz de aquella iniciativa sucedió.
Arranqué con el relato de mi viejo Corsa a bordo de una grúa camino del desguace y un miedo atroz a no ser capaz de llevar a cabo mi propósito porque se me acabas en las ideas. Pero lo cierto es que pasó exactamente lo contrario, o sea que las ideas empezaron, más que a rondarme, a desbordarme, y que esta aventura mía me sirvió para descubrir que la vida está llena de historias que se hallan a la espera de alguien que las cuente.
Y eso es precisamente lo que yo he venido haciendo durante estos años. Contar lo que veía, lo que escuchaba y hasta lo que intentaba adivinar. Poner verde al alcalde, que supongo que hoy descorchará una botella de champán francés, y apoyar causas perdidas no sé si por compromiso, por apaciguar a veces mi conciencia o incluso, en ocasiones, hasta por vanidad.
A veces hablo con Belén, mi vecina cromática, y coincidimos en la esclavitud a que nos vienen sometiendo sus colores y mis cuentos. Yo en más de una ocasión le he dicho que un día tendrá que acabar con esa dependencia y cerrar la factoría del Pantone, como yo deberé matar a mi Minina.
Y es que, por mucho que este personaje me haya dado, el hecho de añadir cada día una historia a su bagaje me ha acabado convirtiendo en una yonki de la página. Y aunque no ando muy pendiente de reacciones o comentarios, y apenas gasto tiempo en responder porque estoy convencida de que la vida está fuera, he de decir que el hecho de alimentar el blog me supone una esclavitud que lleva tiempo pesándome sobre las espaldas. Y como desde el principio tuve muy claro que esta historia, como todas las que suceden en la vida y en este espacio literario, había de llegar un día a término, he decidido que hasta aquí. Que seguiré escribiendo cuando me parezca y sin ninguna obligación ni periodicidad determinada, y mucho menos diaria como he hecho hasta el momento. Las palabras son mi vida y dejarán de serlo cuando pierda el aliento o la razón. Y a todas vosotras, personitas bellas que he encontrado a través de este rincón, os conservaré a mi lado como la parte de mi universo que ya sois.
No sé si en algún momento dado retomaré este proyecto u otro diferente, pero ahora mismo lo que necesito no son cuentos sino libertad.
Muchas gracias por todo y hasta siempre.
#SafeCreative Mina Cb
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
sábado, 28 de diciembre de 2024
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