MATERIALIZAR LO VIRTUAL
Cada cual a lo suyo. Es esa la impresión que saco cuando abro esta ventana y me tropiezo con delirios, devaneos, miserias y pasiones varias. Cada cual a lo suyo y en su nido, pero todos surcando el mismo cielo azul marino con una banda lateral derecha que nos dice a quién le gusta qué. Aunque no nos importe. O mejor dicho, nos importe una mierda. Todos somos artistas: de la vida, del pincel, de la palabra, de la imagen, del deporte… en el mundo virtual todo está permitido. Hasta mentir. Hasta estafar. Hasta fingir ser otro y luego negarse a dar la cara. Hasta mantener interminables charlas con personas conocidas y luego no ser capaces de saludarnos cuando nos vemos por la calle porque, como se dice en las altas esferas, no hemos sido presentados, Y seguir con las confidencias a golpe de chat, protegidos de todo lo dañino, pertrechados tras las teclas y el cristal. En casa quietos. Seguros de que así nada ni nadie podrán hacernos daño.
Claro que a veces se da la circunstancia de que alguien nos llama la atención en medio de esta jungla. Por lo que sea. Porque ha elegido un alias que nos sorprende, porque ha colgado un texto que nos maravilla, porque se he currado una imagen que nos deja ojipláticos, porque ha compartido una canción que nos trae a la memoria un momento inolvidable… o simplemente porque tiene pinta de ser buena persona. Y vamos a su muro y le echamos un vistazo, ratón arriba ratón abajo, y al fin pulsamos sobre “añadir a mis amigos” y ya está. A esperar que nos acepte. O no. Y luego, como en la vida real, nunca se sabe. A veces esa primera impresión permanece bidimensional para los restos y otras se convierte en cafés interminables, asociaciones culturales, quedadas hasta las tantas de la madrugada, iniciativas solidarias, amigos para siempre, oenegés para dar acogida a animales enfermos e incluso abrazos que casi te hacen desaparecer del mundo.
De todo hay en la viña de Facebook.
#SafeCreative Mina Cb
Cada cual a lo suyo. Es esa la impresión que saco cuando abro esta ventana y me tropiezo con delirios, devaneos, miserias y pasiones varias. Cada cual a lo suyo y en su nido, pero todos surcando el mismo cielo azul marino con una banda lateral derecha que nos dice a quién le gusta qué. Aunque no nos importe. O mejor dicho, nos importe una mierda. Todos somos artistas: de la vida, del pincel, de la palabra, de la imagen, del deporte… en el mundo virtual todo está permitido. Hasta mentir. Hasta estafar. Hasta fingir ser otro y luego negarse a dar la cara. Hasta mantener interminables charlas con personas conocidas y luego no ser capaces de saludarnos cuando nos vemos por la calle porque, como se dice en las altas esferas, no hemos sido presentados, Y seguir con las confidencias a golpe de chat, protegidos de todo lo dañino, pertrechados tras las teclas y el cristal. En casa quietos. Seguros de que así nada ni nadie podrán hacernos daño.
Claro que a veces se da la circunstancia de que alguien nos llama la atención en medio de esta jungla. Por lo que sea. Porque ha elegido un alias que nos sorprende, porque ha colgado un texto que nos maravilla, porque se he currado una imagen que nos deja ojipláticos, porque ha compartido una canción que nos trae a la memoria un momento inolvidable… o simplemente porque tiene pinta de ser buena persona. Y vamos a su muro y le echamos un vistazo, ratón arriba ratón abajo, y al fin pulsamos sobre “añadir a mis amigos” y ya está. A esperar que nos acepte. O no. Y luego, como en la vida real, nunca se sabe. A veces esa primera impresión permanece bidimensional para los restos y otras se convierte en cafés interminables, asociaciones culturales, quedadas hasta las tantas de la madrugada, iniciativas solidarias, amigos para siempre, oenegés para dar acogida a animales enfermos e incluso abrazos que casi te hacen desaparecer del mundo.
De todo hay en la viña de Facebook.
#SafeCreative Mina Cb
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