DE ALGO HAY QUE VIVIR
Pues anda que menuda cruz… de todas las plazas que tenía el autobús le había tocado la de vecino de la ejecutiva. Y aún le sonreía la muy boba. Que mira que le pegaba poco, con ese moño de gobernanta, el trajecito, los taconazos, el maletín ejecutivo y pintada como una puerta, qué le habría visto la muy pava, si lo suyo era evidente: las pulseras trenzadas, las rastas, la casaca a rayas… nada que ver, en fin, con la pija del Mackintosh… Así que se agarró con fuerza al Señor de los Anillos y luego, cuando se cansó, cotilleó un poco por el facebook con el móvil. Y a la tipa ni caso. Y eso que no paraba de echarle miraditas de reojo mientras tecleaba en el portátil. De modo que se giró, bastante incómodo, y pasó el resto del viaje chateando con una tal Arwen que acababa de mandarle una solicitud de amistad y que resultó ser una jovencita que vivía en su misma cuidad y con la que estuvo intercambiando ternezas hasta que, al cabo de dos días, se citaron en un bar al que él llego con quince minutos de adelanto y ella un cuarto de hora tarde y ataviada con un vestido floreado hasta los pies, unas alpargatas y un sonajero de collares colgándole del cuello. Casi se cayó de espaldas al verla así, con la cara lavada y la melena suelta, acercándose a él y quitándole el vaso de la mano para, después de beberse medio cubata de un trago, decirle sonriente:
“Es lo que toca, querido… De algo hay que vivir.”
#SafeCreative Mina Cb
Pues anda que menuda cruz… de todas las plazas que tenía el autobús le había tocado la de vecino de la ejecutiva. Y aún le sonreía la muy boba. Que mira que le pegaba poco, con ese moño de gobernanta, el trajecito, los taconazos, el maletín ejecutivo y pintada como una puerta, qué le habría visto la muy pava, si lo suyo era evidente: las pulseras trenzadas, las rastas, la casaca a rayas… nada que ver, en fin, con la pija del Mackintosh… Así que se agarró con fuerza al Señor de los Anillos y luego, cuando se cansó, cotilleó un poco por el facebook con el móvil. Y a la tipa ni caso. Y eso que no paraba de echarle miraditas de reojo mientras tecleaba en el portátil. De modo que se giró, bastante incómodo, y pasó el resto del viaje chateando con una tal Arwen que acababa de mandarle una solicitud de amistad y que resultó ser una jovencita que vivía en su misma cuidad y con la que estuvo intercambiando ternezas hasta que, al cabo de dos días, se citaron en un bar al que él llego con quince minutos de adelanto y ella un cuarto de hora tarde y ataviada con un vestido floreado hasta los pies, unas alpargatas y un sonajero de collares colgándole del cuello. Casi se cayó de espaldas al verla así, con la cara lavada y la melena suelta, acercándose a él y quitándole el vaso de la mano para, después de beberse medio cubata de un trago, decirle sonriente:
“Es lo que toca, querido… De algo hay que vivir.”
#SafeCreative Mina Cb
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