ENGAÑO
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche;
en ira y en piedad se anegó el alma...
¡y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!
(G.A. Bécquer)
Y la intuición se hace certeza. Y la zozobra rabia. Y los sollozos gritos. Y los recuerdos se empañan, y se amotinan en la noche, revolviéndose en ráfagas heladas alrededor del duelo, y no hay almohada que empape tantas lágrimas. Y soñamos con ellos. Con ellos juntos y ya no con nosotros. Y la ira se atrinchera, rebotando entre los tímpanos. Y las sienes palpitan, tórridas y burbujeantes como gotas de agua sobre planchas calientes. Y el amanecer es gris, pesado y silencioso. Sin diferencia entre vigilia y pesadilla. Y el futuro es una amalgama pestilente y farragosa sobre la que los pies se deslizan, vacilantes y absurdos, mientras flaquean las rodillas, incapaces de soportar el peso del dolor que traspasa el corazón de lado a lado, agarrotando músculos y anquilosando huesos. Y el deseo de morir, de reventar, de sentir estallar el cerebro y dispersarse sus viscosas volutas por el aire, se torna en obsesión. Y se atoran las mandíbulas, incapaces de seguir rechinando por más tiempo. Y no hay medicaciones ni consejos. Ni consuelos ni besos ni abrazos que curen la congoja. Y el tiempo se detiene y se licua, indolente clepsidra desgastada. Y la mente se estrecha y se retuerce. Y ya no existe el mundo. Sólo un frágil espacio, un averno infinito en el que el alma se diluye, envejecida y polvorienta, y aúlla, y se desgaja.
Y se entrega al vacío.
#SafeCreative Mina Cb
Imagen: "Weeping nude"- Munch
Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas;
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.
Cayó sobre mi espíritu la noche;
en ira y en piedad se anegó el alma...
¡y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!
(G.A. Bécquer)
Y la intuición se hace certeza. Y la zozobra rabia. Y los sollozos gritos. Y los recuerdos se empañan, y se amotinan en la noche, revolviéndose en ráfagas heladas alrededor del duelo, y no hay almohada que empape tantas lágrimas. Y soñamos con ellos. Con ellos juntos y ya no con nosotros. Y la ira se atrinchera, rebotando entre los tímpanos. Y las sienes palpitan, tórridas y burbujeantes como gotas de agua sobre planchas calientes. Y el amanecer es gris, pesado y silencioso. Sin diferencia entre vigilia y pesadilla. Y el futuro es una amalgama pestilente y farragosa sobre la que los pies se deslizan, vacilantes y absurdos, mientras flaquean las rodillas, incapaces de soportar el peso del dolor que traspasa el corazón de lado a lado, agarrotando músculos y anquilosando huesos. Y el deseo de morir, de reventar, de sentir estallar el cerebro y dispersarse sus viscosas volutas por el aire, se torna en obsesión. Y se atoran las mandíbulas, incapaces de seguir rechinando por más tiempo. Y no hay medicaciones ni consejos. Ni consuelos ni besos ni abrazos que curen la congoja. Y el tiempo se detiene y se licua, indolente clepsidra desgastada. Y la mente se estrecha y se retuerce. Y ya no existe el mundo. Sólo un frágil espacio, un averno infinito en el que el alma se diluye, envejecida y polvorienta, y aúlla, y se desgaja.
Y se entrega al vacío.
#SafeCreative Mina Cb
Imagen: "Weeping nude"- Munch
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