ÉBOLA
Las palabras esdrújulas siempre impresionan un poco por su sonoridad. Pero si además van ligadas a la muerte resultan aún más impactantes.
No es un concepto nuevo. Ni una enfermedad que se acabe de descubrir. Ni una plaga bíblica que vaya a cebarse con los viciosos solamente. No. Es una siniestra lotería que a cualquiera puede tocarle. Claro que, como hasta la fecha sólo se había dado en África, las industrias farmacéuticas no habían reparado en ella. Es ahora que el virus ha decidido salir del continente negro cuando a todo el mundo le corre prisa encontrar un tratamiento. O mejor aún una vacuna. De momento, y hasta que la panacea llegue, no nos queda más que protegernos con estos trajes de astronauta que nos sirven para mantener a raya al virus… siempre y cuando esté localizado. Y siempre que uno siga escrupulosamente el protocolo y no se le ocurra, como a la pobre Teresa, tocarse la piel con los mismos guantes que hayan tenido contacto con el infectado.
Claro que Teresa ha tenido suerte. La enfermedad ha sido justa y le ha perdonado la vida. Ya me gustaría a mí que fuera igual con todo el mundo. Ya me gustaría a mi que este virus esdrújulo y letal respetase las vidas de los inocentes, y se cebase sólo con los poderosos, con los déspotas y los canallas, o con todos aquellos que, sabedores de su virulencia y de su peligrosidad, llevan años mirando hacia otro lado, dedicando sus presupuestos a expediciones espaciales, a investigaciones sobre tratamientos antiarrugas o a acciones bélicas sobre territorios civiles. Pero no. La enfermedad seguirá diezmando a los más desfavorecidos por la geografía y la fortuna mientras que el resto rezamos para librarnos de que nos toque. Y aún así, seguiremos teniendo más suerte que este pobre niño de la foto, que aunque supere la dura prueba del Ébola, continuará enclaustrado tras los gruesos barrotes de la injusta e incurable enfermedad de la pobreza.
#SafeCreative Mina Cb
Las palabras esdrújulas siempre impresionan un poco por su sonoridad. Pero si además van ligadas a la muerte resultan aún más impactantes.
No es un concepto nuevo. Ni una enfermedad que se acabe de descubrir. Ni una plaga bíblica que vaya a cebarse con los viciosos solamente. No. Es una siniestra lotería que a cualquiera puede tocarle. Claro que, como hasta la fecha sólo se había dado en África, las industrias farmacéuticas no habían reparado en ella. Es ahora que el virus ha decidido salir del continente negro cuando a todo el mundo le corre prisa encontrar un tratamiento. O mejor aún una vacuna. De momento, y hasta que la panacea llegue, no nos queda más que protegernos con estos trajes de astronauta que nos sirven para mantener a raya al virus… siempre y cuando esté localizado. Y siempre que uno siga escrupulosamente el protocolo y no se le ocurra, como a la pobre Teresa, tocarse la piel con los mismos guantes que hayan tenido contacto con el infectado.
Claro que Teresa ha tenido suerte. La enfermedad ha sido justa y le ha perdonado la vida. Ya me gustaría a mí que fuera igual con todo el mundo. Ya me gustaría a mi que este virus esdrújulo y letal respetase las vidas de los inocentes, y se cebase sólo con los poderosos, con los déspotas y los canallas, o con todos aquellos que, sabedores de su virulencia y de su peligrosidad, llevan años mirando hacia otro lado, dedicando sus presupuestos a expediciones espaciales, a investigaciones sobre tratamientos antiarrugas o a acciones bélicas sobre territorios civiles. Pero no. La enfermedad seguirá diezmando a los más desfavorecidos por la geografía y la fortuna mientras que el resto rezamos para librarnos de que nos toque. Y aún así, seguiremos teniendo más suerte que este pobre niño de la foto, que aunque supere la dura prueba del Ébola, continuará enclaustrado tras los gruesos barrotes de la injusta e incurable enfermedad de la pobreza.
#SafeCreative Mina Cb
Ya me gustaría a mí que se cebase también en todos aquellos que gastan tantos recursos en hospitales, residencias etc, etc. para animales sin vislumbrar las prioridades. Un abrazo desde mi mejana
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