TAN
DEPRISA…
Iba tan
deprisa que a veces le costaba seguir sus propios pasos. Tan deprisa que más
que vivir la vida la consumía, como se consume un cigarrillo, aspirando con
fuerza y sin pararse a mirar la columna de ceniza que se forma al otro lado.
Tan deprisa que los relojes se detenían a su paso, que los calendarios se
despojaban de sus hojas en bandadas, como lo hacen los árboles al llegar el
otoño. Tan deprisa que el planeta se le hacía pequeño, que las enciclopedias no
albergaban un saber suficiente como para satisfacerle. Tan deprisa que cambió
su agenda por librillos de papel de fumar. Tan deprisa que los rostros del
presente quedaban congelados en el acto ante sus ojos, transformándose en
ajadas fotografías amarillas. Tan deprisa que incluso olvidaba los recuerdos en
el mismo momento de haberlos vivido. Tan deprisa que nadie, incluso aquéllos
que lo amaban de corazón, era capaz de seguirle.
Tan
deprisa… que terminó perdiéndose a sí mismo.
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