sábado, 20 de diciembre de 2025

 


YO DE MAYOR QUIERO TENER UNA BIG BAND

Conocí a José Ángel Lorente Parces a través de un amigo común que me lo recomendó para un proyecto en el que andaba pensando. Él acababa de volver a la Ribera tras un tiempo por los Madriles, creo (no lo recuerdo con exactitud) y llevaba todavía a cuestas ese halo cosmopolita que nimba a los músicos que creen que todo el monte es orégano y que, por tanto, en los pequeños núcleos es posible hacer lo mismo que en la capital. Estaba algo perdido en cuanto a lo laboral pero una cosa sí tenía clara, y era que lo suyo era el jazz y que tenía la pretensión de montar un aula y una banda aquí.

En Tudela.

“Y si las cosas van bien una big band.”

No recuerdo si me estaba tomando algo, pero de ser así en ese momento no tenía líquido en la boca porque me hubiese atragantado.

Un aula de jazz y una big band. En la Tudela de Toquero, mandahuevos.

Y me callé por no quitarle al mocete la ilusión y porque bueno, ya lo iría poniendo la situación cultural de la ciudad en su sitio. Porque a ver, el jazz por estos pagos no es una cosa que se lleve mucho. Y bueno, lo de la big band era, no sé, como pretender instalar la Torre Eiffel junto a la Puerta de la Mejana.

El caso es que el proyecto ese mío no salió adelante y ya no hablamos más. De vez en cuando recibía noticias suyas por el whatsapp cuando grababa un disco o cuando quería publicitar las clases que empezó a impartir. Y también me llegó lo del aula de jazz cuando lo puso en marcha.

No, si cabezón ya es, pensé.

Sin embargo, lo que son las cosas, la iniciativa prosperó y enganchó a algún que otro soñador, amén de al menos un par de profes del conservatorio que se sumaron al asunto. Y así, con mucho empeño y un buen uso de las redes, fue viendo aumentar la familia hasta conseguir una banda de excelente calidad que empezó a ser relativamente conocida por la zona.

Y luego, claro, y para que yo no tuviera que tragarme el mensaje desalentador que no quise darle, vino lo de la big band.

En la Tudela de Toquero.

Y es por eso que suscribo hasta la última coma las palabras que Diego le dedicó en el concierto de Navidad que ofrecieron anoche los profesores de la escuela de música. O sea que ha cambiado el panorama musical de la ciudad de manera notoria y además en un tiempo récord. Porque nos ha demostrado con su maestría y su tesón que en este pueblo existe mucha más inquietud hacia las músicas “minoritarias” de lo que se pensaba. Y eso es muy esperanzador, y más en los tiempos que corren y con el panorama sociocultural que existe (y el que se nos viene). Y, sobre todo, ha confirmado contundentemente que lo de “querer es poder” no es una frase hecha. Y que se puede apostar por hacer cultura de calidad en los pequeños núcleos con una dignidad sobresaliente.

Y eso tiene un mérito del copetín.

viernes, 19 de diciembre de 2025


 

LA BH

Tu primo tenía una. Tu vecino tenía una. Tu compañero de pupitre tenía una. Hasta los de Verano Azul tenían una. Y tú no querías ser menos. Bueno, si hasta Zipi y Zape andaban siempre a vueltas con las sendas bicicletas que su padre les iba a comprar cuando aprobasen los exámenes…
Cosa que no pasaba nunca.

Por el caso es que era el objeto más deseado de todos los niños y niñas de aquella España de televisión en blanco y negro.

La BH.

No sé si porque era la única, porque era la más asequible o porque era la que tenía todo el mundo, pero no había peque que la olvidase cada año en su carta los Magos de Oriente hasta que por fin llegaba. Hecho que, por otra parte, a menudo no se daba tras el primer intento.

Y luego que no creáis que la economía setentera soportaba una bici por vástago. Ni hablar. Compraban una para todos los hermanos y el que más la usaba era el que más gordas repartía las hostias. Porque entonces la cosa funcionaba así. El hermano matón se hacía con el control del velocípedo y los otros sólo podían disfrutarlo por turnos (establecidos en base a idéntico criterio de selección) cuando este se lo permitía. De modo que, en la mayoría de las ocasiones, no tenías opción a instalar los ruedines y habías de aprender a dos ruedas, frenando con los pies y pegándote unas toñas cósmicas.
Además de sufrir la bronca y el bofetón de tu madre cuando llegabas a casa con la rodilla en carne viva.

La BH era un vehículo de larga duración. Un objeto que se cuidaba y se reparaba cuando tenía una avería. De hecho, en Tudela había al menos un par de talleres se ocupaban de ello en los que dejabas a tu bici en cuarentena para pasar unos cuantos días arrastrando los pies como alma en pena hasta que te era devuelta en perfectas condiciones. Entonces no existían las lámparas autónomas que se cargan con el USB y si necesitabas alumbrarte por la noche había que darles duro a los pedales para activar la dinamo que alimentaba las luces de posición. Que si ya te pillaba en una cuesta arriba tenías dos: opciones o pedalear a oscuras o llegar a la cima con la lengua fuera. Y en cuanto al timbre, era mecánico y su funcionamiento quedaba al descubierto al levantar la tapa superior de la cajita.

Se les podía colocar entre los manillares una cesta que amenazaba un poco el equilibrio según lo que metieras pero que te permitía transportar elementos más voluminosos de los que admitía la parrilla posterior. Y diré, para apoyar esa yayuna teoría de que antes las cosas se hacían mejor, que las cámaras de la BH no se pinchaban aunque rodases sobre la cama de un fakir. Y que pobre de ti si la heredabas de alguien que no tuviera tu misma estatura porque accionar después de mucho tiempo las palancas para elevar o bajar el sillín y el manillar requería de la ayuda de Terence Hill y Bud Spencer.

Luego ya llegó la mariconada esa de las mountain bike y las anticuadas y sufridas BH fueron poco a poco siendo relegadas a la labor de medios de locomoción del agüelo que va al campo a por verdura. Y es por ello que, ocasionalmente, cuando te tropiezas, como me acaba de pasar a mí, con alguno de estos dinosaurios rodantes, detienes el paso, te quedas contemplando esa reliquia y te vienen a la memoria de inmediato los Chiripitifláuticos los bocatas de Nocilla y los siniestros vuelos de la zapatilla de tu madre.

La vida, oiga…

#SafeCreative Mina Cb

jueves, 18 de diciembre de 2025


 

DESALOJO

Echaron del portal a los okupas
a punto de llegar la Navidad.
El juez dictó sentencia y no hay piedad
para quienes llegaron en chalupas.

Con el romper del día se apostaron
furgones policiales en la zona.
Hay que ser, la verdad, mala persona.
Pese al frío y la lluvia, los echaron.

Nadie quita razón a quien sostiene
que no es plan de ocupar lo que uno quiera
y que hay que regular a lo que viene.

Pero el juez, o el alcalde, o el que fuera,
de tener corazón, que no lo tiene,
los hubiera expulsado en primavera.

#SafeCreative Mina Cb 

miércoles, 17 de diciembre de 2025


 

CONCURSO

Escribir
opositando al Parnaso:

La sucia tentación del vil metal
que recompensa

(o no)

al secuestro de un texto
que debe ser inédito

y cuya esencia
puede ser aspirada sin escrúpulos
por cualquier componente del jurado

(es pésimo el poema más la idea
es muy aprovechable)

Tirar de la poética
y los conocimientos
que tanto gustan a los eruditos

esquivando la burda, advenediza,
contemporánea moda

de hablar de cualquier cosa

sin importar la métrica
la rima
o cualesquiera reglas
que rigen o han regido
al lírico contexto.

Versificar sin verso
al tuntún
pensando solo en acabar cuanto antes,

en la serie de Netflix,
en la cita del Tinder,
en el próximo estado de Instagram.

Invocar a las musas
por correo electrónico

y aventurarse a un fallo
infalible y fallido al mismo tiempo.

Qué más da.

Lo importante

siempre es participar…

#SafeCreative Mina Cb

martes, 16 de diciembre de 2025


 

NUESTRAS ESTRELLAS DEL ROCK

Al hilo el fallecimiento casi simultáneo de Jorge Ilegal y Robe Iniesta me he dado cuenta de que tal vez seamos la primera generación que está enterrando mitos musicales.

Me explico:

No negaré la importancia que Manolo Escobar, Antonio Molina o Lola Flores tuvieron para la generación de nuestros padres, pero sí que es cierto que, por las circunstancias políticas de la época, digamos que se dedicaron a construir con más o menos fortuna la banda sonora de un tiempo que en lo creativo tenía más limitaciones que otra cosa. Y a ver… los cantautores hicieron bien lo suyo, pero lo que de verdad mueve pasiones, y eso lo saben todos los melómanos, es el rock and roll.

Y rockeros aquí teníamos más bien pocos. Y los que había debían contentarse con hablar a medias o interpretar a su modo los hits anglosajones que llegaban de fuera. Porque lo que realmente les hubiera gustado barrer a los Sírex no lo podían decir en su canción.

La muerte del dictador supuso la apertura de puertas de un concierto que aún hoy no ha terminado. Y como andábamos tan perdidos y tan anticuados, al caer los muros entró todo de golpe y aquellas canciones que hasta entonces tan sólo eran cuartillas encerradas en cajones salieron a la luz y se convirtieron en vinilos. Y llegó el rock and roll con mayúsculas, con sus historias de sexo duro y su denuncia social. Y con él los poetas urbanos que llenaban estadios a costa del eslogan de vivir deprisa y dejar un bonito cadáver.

Algunos lo cumplieron demasiado temprano, ya que el obituario de la música moderna se lleva nutriendo de leyendas desde el deceso de aquel Canito que provocó la organización del concierto donde se gestó la movida madrileña. Que nos podrá gustar más o menos como movimiento cultural, pero dejó por el camino talentos como el de Berlanga, Bonezzi, Vega, Urquijo... Claro que esos eran los poppis, los pijos, los que cantaban al amor y a la moda juvenil. Que por el otro lado te encontrabas el reverso tenebroso del punk, el heavy metal y otras tendencias lideradas por tipos poco recomendables para novios de la niña. Y ahí, en ese oscuro envés, es donde se fueron instalando algunos de los ideólogos de la juventud. Los macarras, los hippies, los malditos, los que decían con crudeza lo que los otros no se atrevían a decir. Los que escandalizaban a la Iglesia y hacían desaparecer programas de la televisión. Los que murieron en un rincón cualquier noche. Los que se mataron en una carretera. Los que fueron pasto de la fama y acabaron con su vida de una forma u otra.

Sin embargo, si el fallecimiento de Jorge Martínez supuso el martes la desaparición del último macarra, la inesperada partida de Robe Iniesta dejó a la juventud rebelde, esa que no acaba de serlo con el paso de los años y que todavía cree en la utopía de cambiar el mundo, con las manos vacías. Porque cuando un artista es capaz de alternar lo soez y los sublime en una misma letra raramente puede pasar inadvertido. Algo que le sucedía también al avilesino Martínez, de quien se dice que era un cordero disfrazado de lobo.

Sea como fuere, la desaparición de este par de personajes supone quizá la primera pérdida importante que ha sufrido el rock en nuestro país y que nos pone a la altura, por fin, de potencias musicales como Inglaterra o Estados Unidos, que llevan décadas llorando la partida de sus grandes artistas.

Triste pero esperanzador.

#SafeCreative Mina Cb

lunes, 15 de diciembre de 2025


 

FUGAZ

Quince del doce, se cuela
la cifra en el almanaque
y casi me da un parraque:
El tiempo corre que vuela,
tengo edad de ser abuela

y aún parece que fue ayer
cuando aprendía a leer
en la cocina de casa.
Es la vida eso que pasa
entre el morir y el nacer.

#SafeCreative Mina Cb

domingo, 14 de diciembre de 2025


 

ANÓNIMO

Adivina adivinanza.
Quién te ha visto y quién te ve.
Lo tengo en casa y no sé
si es un asunto de chanza

contra el que tomar venganza
o si al anónimo dé
por acto de buena fe
un voto de confianza.

Flores estando con vida,
ausencia de remitente
y hasta una nota incluida.

Delátese el oferente
y seré yo quien decida
si es culpable o inocente.

#SafeCreative Mina Cb

sábado, 13 de diciembre de 2025


 

SANTA LUCÍA

Agujas, dedales,
patrón, acerico.
El escote en pico.
Guardar los retales.

Chicas ennoviadas
casi adolescentes
se hacen confidentes
hilando puntadas.

Sus madres, juiciosas,
las quieren, como ellas,
recatadas, bellas,
dulces, hacendosas.

Se copian modelos
del Burda y el Hola.
La reina Fabiola,
gasas, tules, velos.

La más veterana
termina un vestido:
contraerá marido
pasado mañana.

La jefa de corte
tiene alumna nueva.
Revisa la prueba,
marca algún recorte.

Sacude el cancán
y el alfiletero
se vacía entero.
“Ve a por el imán”.

La melancolía
de lo juvenil.
Memoria textil
por Santa Lucía.

#SafeCreative Mina Cb