EN EL SIGLO VEINTIUNO
Yo no soy socióloga ni he cursado ciencias políticas pero no hay que ser muy lista para darse cuenta. Lo único que hay que hacer es leer y tener dos dedos de frente. Nada más. Con eso ya llevas la mitad del camino recorrido. Porque cuando lees desarrollas un sentido crítico que ni la prensa ni internet te dan. Porque leer significa abrir la mente a lo que otras personas dicen. Y ya luego pensar lo que tú quieras y decir lo que te dejen. Que si hay libertad es todo y si no pues a joderse.
Hace mil años salió una colección de libros de Salvat llamada RTV. En casa había unos cuantos. Franco aún estaba vivo, o sea que la variedad era relativamente limitada, pero se salvaban los clásicos y pude leer “Fuenteovejuna”, que al paso que va la burra cualquier día lo prohíben. Y estaba Machado, con sus “Coplas por la muerte de don Guido”, que telita marinera con el cantar. Y sus poemas sobre jornaleros y señoritos (“y saben , porque no beben el vino de las tabernas”)
También leí a Tom Sawyer en las Historias Selección. Y me enteré a través de él de que hubo un tiempo en que la esclavitud era tan normal que hasta a muchos esclavos les parecía bien. Más que nada porque no conocían otra vida y, como no sabían leer, no podían enterarse de la existencia de ella, en caso de que hubiera existido. Y luego, ya con Franco muerto, leí QB7 y fue la primera vez que tuve que cerrar un libro porque se me cortó el aliento en el pasaje donde se describían ciertas atrocidades que los nazis practicaban a los judíos en los campos de concentración. Que por cierto, no se los ha inventado nadie. Lo digo para los escépticos, sobre todo los católicos, que creen en Dios y no creen en Austwich. Otra consecuencia de leer solamente lo que te mandan. O lo que te conviene. O lo que piensan que te conviene y por eso te lo mandan. Pero a lo que iba: la segunda vez que tuve que cerrar un libro fue con el relato “Vendidas”, concretamente en el momento en que supe por primera vez de la existencia de la ablación y las lágrimas me saltaron de los ojos al imaginar el inmenso sufrimiento que podía emanar de un órgano que sólo asociaba con el goce. Claro que tampoco esas mujeres, como los esclavos sureños, conocen otras vidas porque nadie se las cuenta y no saben leer. Ya que el truco es ese: quien ignora que existe otra realidad no se preocupa de alcanzarla. Y ellos lo saben. Los poderosos digo. Los tiranos. Saben que para dominar a las masas sólo es necesario volverlas ignorantes. Decirles que el culpable de la crisis es el inmigrante, y no el empresario que lo explota aprovechándose de su necesidad. Y que la homosexualidad es una desviación y un vicio. Y que las mujeres donde mejor están es en casa. Y que si su marido les pega sus razones tendrá. Y que lo de la creación artística vale pero la que ellos quieran. La que los beneficie. Lo demás al armario. Al desván. A la hoguera. Y que el sentido crítico no es sino una desagradable manifestación del egoísmo de cuatro desagradecidos que no son capaces de valorar los desvelos de quienes los custodian y se desviven por su bienestar. Y que los negacionistas no están bien de la cabeza y hay que silenciarlos. Bueno, a ellos y a todos los demás. Que esas ideas raras lo único que hacen es alterar el orden y la paz. Silenciarlos por las buenas, eso sí, que lo de encarcelar, torturar y matar al diferente es cosa de salvajes.
Y estamos en el siglo veintiuno.
#SafeCreative Mina Cb
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
viernes, 21 de julio de 2023
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario