LOS CUENTOS DE BENITO
Le gustaba escribir y era un poco gamberro. Bueno, bastante. Quiero decir que se inventaba maldades de esas de buena fe pero oye, que ahí están. Y se metía con gente a la que le tenía ganas. Sin personalizar pero lo hacía. Les montaba películas y las escribía. Y las iba guardando. Hasta que aparecieron las redes y se lo pusieron en bandeja. Y se abrió una página el el Feisbu y ahí iba vertiendo sus engendros cada lunes, miércoles y viernes y a las dos del mediodía. En punto y religiosamente. Porque el Feisbu, además de permitirle ser anónimo, le dejaba programar las publicaciones con antelación, de modo que podía pegarse varios días sin dar un palo al agua, literariamente hablando, mientras el trabajo realizado en épocas de fertilidad creativa seguía alimentando la página, cuya morbosa temática le iba aportando una audiencia cada vez más numerosa que esperaba ansiosamente cada nueva entrega.
Se hallaba en las últimas semanas cargando contra una antigua novia que lo había dejado por creerse demasiado lo de la ciberpopularidad y a la que le estaba costando bastante quitarse de la cabeza, fundamentalmente porque al poco de acabar con él se había liado con una ecuatoriana un poco regordeta, destapando así una homosexualidad que él nunca hubiera sospechado, pero que le hizo bastante pupa en la autoestima. De modo que la página se había convertido en un culebrón monotemático en el que Benito, que así se llamaba el despechado, arremetía contra la infidelidad, el lesbianismo, la inmigración y hasta la firma Stradivarius, que era el lugar en el que trabajaba su ex pareja. Tanta inquina guardaba que le dio para más de veinte posts, que programó para otros tantos días mientras emprendía un viaje al extranjero con el fin de oxigenarse y ver si conseguía olvidar tan inmoral asunto. El mismo día en que cogía el vuelo rumbo a Punta Cana debía aparecer la entrega que narraba la muerte de la chica ecuatoriana en un accidente de aviación. Quiso el azar que la aeronave en que él viajaba explosionase sin dejar supervivientes al iniciar la maniobra de despegue justo a las dos en punto, momento en que aparecía el post en Facebook.
Aún estuvieron publicándose historias durante más de seis semanas.
Le gustaba escribir y era un poco gamberro. Bueno, bastante. Quiero decir que se inventaba maldades de esas de buena fe pero oye, que ahí están. Y se metía con gente a la que le tenía ganas. Sin personalizar pero lo hacía. Les montaba películas y las escribía. Y las iba guardando. Hasta que aparecieron las redes y se lo pusieron en bandeja. Y se abrió una página el el Feisbu y ahí iba vertiendo sus engendros cada lunes, miércoles y viernes y a las dos del mediodía. En punto y religiosamente. Porque el Feisbu, además de permitirle ser anónimo, le dejaba programar las publicaciones con antelación, de modo que podía pegarse varios días sin dar un palo al agua, literariamente hablando, mientras el trabajo realizado en épocas de fertilidad creativa seguía alimentando la página, cuya morbosa temática le iba aportando una audiencia cada vez más numerosa que esperaba ansiosamente cada nueva entrega.
Se hallaba en las últimas semanas cargando contra una antigua novia que lo había dejado por creerse demasiado lo de la ciberpopularidad y a la que le estaba costando bastante quitarse de la cabeza, fundamentalmente porque al poco de acabar con él se había liado con una ecuatoriana un poco regordeta, destapando así una homosexualidad que él nunca hubiera sospechado, pero que le hizo bastante pupa en la autoestima. De modo que la página se había convertido en un culebrón monotemático en el que Benito, que así se llamaba el despechado, arremetía contra la infidelidad, el lesbianismo, la inmigración y hasta la firma Stradivarius, que era el lugar en el que trabajaba su ex pareja. Tanta inquina guardaba que le dio para más de veinte posts, que programó para otros tantos días mientras emprendía un viaje al extranjero con el fin de oxigenarse y ver si conseguía olvidar tan inmoral asunto. El mismo día en que cogía el vuelo rumbo a Punta Cana debía aparecer la entrega que narraba la muerte de la chica ecuatoriana en un accidente de aviación. Quiso el azar que la aeronave en que él viajaba explosionase sin dejar supervivientes al iniciar la maniobra de despegue justo a las dos en punto, momento en que aparecía el post en Facebook.
Aún estuvieron publicándose historias durante más de seis semanas.
#SafeCreative Mina Cb
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