miércoles, 13 de junio de 2018

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EL SORBO DE HACIENDA

Me lo veo venir. El día menos pensado se dan cuenta y nos atizan un sablazo. Dará igual lo que pidas: una caña o una cocacola. Como te vean cara de estar muriéndote de sed aguijonazo al canto. Y es que no hay mayor placer que ese primer sorbo en una tarde de verano, cuando uno llega al bar muerto de ganas de algo fresco, y te lo sirven en ese vaso que se empaña por la diferencia de temperatura, y que tú vas viendo llegar hasta tus manos con auténtico deseo, y que una vez en tu poder, y tras sentir el frescor del vidrio entre tus dedos, acercas a los labios, inclinándolo ligeramente al tiempo que cierras los ojos y sientes el incomparable goce del frío líquido deslizándose por tu garganta. Y entonces el camarero, que no es tonto, se da cuenta de que es el primer trago. Y que eso es un lujo que ha de ser gravado. Y cuando preguntas cuánto es te dice que dos pavos. Y tú le sueltas que cómo es posible, si al de al lado le acaba de cobrar uno cincuenta. Y él contesta que el de al lado lleva tres, pero que la primera la pagó a dos euros. Cosas de Hacienda, concluye. Que se han dado cuenta del gustirrinín que produce el primer trago y han decidido sacar tajada del asunto. Y que tiene que hacerlo porque mandan espías. Y si descubren que defraudas te cierran el garito. Y que no están las cosas como para quedarse sin trabajo. Y que él no puede hacer nada, ya lo siente. Y que lo único que puedes hacer tú es disimular y que, de ahora en adelante, se te note menos.

El gustazo digo.

#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Portada de "El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida", de Philippe Delerm (Tusquets Editores)

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