domingo, 3 de junio de 2018

La imagen puede contener: bebida y taza de café 


EL ESTANTE DE ARRIBA

Lo temíamos como al demonio. Habíamos visto llegar hasta allí a muchos de nosotros, y sabíamos que aquello era, indefectiblemente, el principio del fin.
Sí, porque cuando alguien nuevo llegaba y no había sitio para colocarlo, uno de los ocupantes era desalojado. Y ya no volvíamos a saber de él. Y eso nos angustiaba enormemente, creando entre nosotros un ambiente de competitividad que enrarecía la convivencia. Necesitábamos ser utilizados. A diario. Y si era posible varias veces.

Yo lo era, al menos en dos ocasiones cada día: a la hora del desayuno, después de la comida y a veces a media tarde, sobre todo si venían visitas. Mi época preferida del año eran las navidades, y los cumpleaños, cuando me sacaban de mi oscuro rincón y me colocaban en la cocina, sobre las baldosas, bañada de luz y ensordecida por el bullicio de los visitantes que iban y venían.

Hasta el último aniversario de bodas. Yo estaba tranquilamente aposentada en la encimera y de pronto llegó ella. Me desconectaron y me echaron a un lado. Utilizaron mi enchufe para alimentarla. La recién llegada se puso en marcha rápidamente; sus luces se encendieron y empezó a emitir un zumbido penetrante y molesto. Alguien colocó una taza sobre su base radiante y el negro líquido brotó, humeante y aromático. Yo temblaba de miedo y de indignación. ELLA venía para hacer mi trabajo. Me sacaría de la cocina, incluso de mi tranquilo rincón en la despensa, y me vería relegada al estante de arriba, donde estaban la yogurtera, la licuadora, el cuchillo eléctrico… esos antipáticos vecinos que habían llegado un día con sus aires de grandeza, mirándonos por encima del hombro y creyéndose el no va más de la modernidad, y que ahora nos observaban con envidia desde su atalaya. Esos desgraciados a los que insultábamos, llamándolos inútiles, engorrosos y anticuados.

No podría soportar pasar el resto de mi existencia a su lado, me dije.
De modo que, aprovechando la vibración de la “Nespresso”, me fui desplazando poco a poco hacia delante hasta colocarme en el bordillo de la encimera. Entonces cerré los ojos, me dejé caer y mi estructura se desensambló al tiempo que mi jarra estallaba con estrépito, llenando el suelo de diminutos pedacitos de transparente cristal.

#SafeCreative Mina Cb

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