EL SICARIO
Era una mierda de asesino a sueldo, para qué nos vamos a engañar. Pero no le importaba en absoluto. Es más, le excitaba imaginar que él andaba por ahí matando gente mientras que ella dedicaba las veladas a hacer ganchillo sentada en el sofá. Y es que era una mujer de gustos clásicos. Por eso no podía comprender cómo había llegado a enamorarse de un hombre tan complejo y con una ocupación tan arriesgada. Quizá se trataba de una frustración que ella nunca se atrevió a llevar a cabo. Apuntar al otro, cerrar el ojo izquierdo y ¡Pam! Al suelo como un fardo.
Él le hablaba de su trabajo. Cuando estaban juntos lo hacía de palabra y cuando no a través de un mensaje que le enviaba cada noche cuando había terminado la faena. Ella era consciente de que pese a ser un ser malvado la quería, puesto que su último pensamiento de cada jornada le iba dirigido. También sabía, para qué lo vamos a negar, que aquel oficio suyo le podía llegar a costar la vida. Y más teniendo en cuenta la falta de rigor con que lo realizaba. Que no era la primera vez que, justo cuando ya tenía a alguien medio muerto, se daba cuenta de que había errado el objetivo y tenía que llamar al 112 y más tarde a la familia, a la que pedía disculpas para a continuación poner pies en polvorosa antes de que la ambulancia apareciera. Pero eso sí, tras haberse asegurado de que la víctima quedaba bajo la protección de un ser querido, que siempre lo acababa perdonando tras escuchar su explicación. Y sobre todo tras ver el arsenal que llevaba en la maleta. Pero a ella lo cierto es que le preocupaba que un día metiese la pata del todo y aquello le acabase por costar bien caro. Le preocupaba pero al mismo tiempo la traía sin cuidado. Al fin y al cabo, no hay nada que dure para siempre. Y así vivían. Felices. Ella con su crochet y él con sus crímenes. Cada noche un mensaje. Desde cualquier parte del mundo. Ella jamás hizo preguntas. Y él nunca le contó más de lo necesario.
Hasta una noche en que el mensaje no llegó.
Y supo, no sin un asomo de tristeza, que aquella vez la había cagado de verdad.
#SafeCreative Mina Cb
Era una mierda de asesino a sueldo, para qué nos vamos a engañar. Pero no le importaba en absoluto. Es más, le excitaba imaginar que él andaba por ahí matando gente mientras que ella dedicaba las veladas a hacer ganchillo sentada en el sofá. Y es que era una mujer de gustos clásicos. Por eso no podía comprender cómo había llegado a enamorarse de un hombre tan complejo y con una ocupación tan arriesgada. Quizá se trataba de una frustración que ella nunca se atrevió a llevar a cabo. Apuntar al otro, cerrar el ojo izquierdo y ¡Pam! Al suelo como un fardo.
Él le hablaba de su trabajo. Cuando estaban juntos lo hacía de palabra y cuando no a través de un mensaje que le enviaba cada noche cuando había terminado la faena. Ella era consciente de que pese a ser un ser malvado la quería, puesto que su último pensamiento de cada jornada le iba dirigido. También sabía, para qué lo vamos a negar, que aquel oficio suyo le podía llegar a costar la vida. Y más teniendo en cuenta la falta de rigor con que lo realizaba. Que no era la primera vez que, justo cuando ya tenía a alguien medio muerto, se daba cuenta de que había errado el objetivo y tenía que llamar al 112 y más tarde a la familia, a la que pedía disculpas para a continuación poner pies en polvorosa antes de que la ambulancia apareciera. Pero eso sí, tras haberse asegurado de que la víctima quedaba bajo la protección de un ser querido, que siempre lo acababa perdonando tras escuchar su explicación. Y sobre todo tras ver el arsenal que llevaba en la maleta. Pero a ella lo cierto es que le preocupaba que un día metiese la pata del todo y aquello le acabase por costar bien caro. Le preocupaba pero al mismo tiempo la traía sin cuidado. Al fin y al cabo, no hay nada que dure para siempre. Y así vivían. Felices. Ella con su crochet y él con sus crímenes. Cada noche un mensaje. Desde cualquier parte del mundo. Ella jamás hizo preguntas. Y él nunca le contó más de lo necesario.
Hasta una noche en que el mensaje no llegó.
Y supo, no sin un asomo de tristeza, que aquella vez la había cagado de verdad.
#SafeCreative Mina Cb
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