TIEMPOS MODERNOS
Llego al destino cargada como una mula. Y es verano, menos mal… Siempre fui como Machado, de los que van ligeros de equipaje, pero ahora es que no me reconozco… Esparzo el contenido de la maleta sobre la cama: media docena de vestidos, un par de sandalias, la ropa interior, lo imprescindible para el aseo… Y el maletín, ese recipiente de tela del que van saliendo, como siniestras sogas ennegrecidas con las que amarrar las vidas, un rosario de cables finos y flexibles de los que cuelgan a veces cargadores, otras conectores… pesados los primeros y variados los segundos.
No hay bíceps para tanta tecnología, me digo, mientras desenredo la maraña de hilos y terminales enganchados. Se me ocurre que si fueran de distintos colores te facilitarían la tarea, pero no, todo negro, como los espaguetis con tinta… Echo un ojo al cuarto, rastreando enchufes: el teléfono en la mesilla, el ordenador en el escritorio, la cámara de fotos en el baño… Y menos mal que ni me afeito ni me seco el pelo, porque a ver si no entonces.
Llega después el galimatías de las contraseñas para el wifi, que eso no lo hacen adultos responsables… eso lo hacen niños de teta cuando están aprendiendo a dibujar: AdTYnkj1l89SDKnw9t7Ql…. que la tengo que marcar tres veces porque la K mayúscula y la minúscula no se diferencian a no ser que vayan juntas…. Pordiossss, qué manera de complicarnos la vida. Me conecto al fin y apago el equipo. Miro a mi alrededor. Me acuerdo de las pelis futuristas que veía de niña. Este cuarto no se parece nada a todo aquello. Los objetos no se teletransportan. Y los coches siguen siendo terrestres. Y contaminando un huevo. Los testigos luminosos parpadean, inquietantes: la tele, los cargadores, el hilo musical, el mando del aire acondicionado cuyos motores atruenan desde el balcón…
Salgo al pasillo dejando tras de mí el portátil, el móvil, los cables, las baterías y las claves de seguridad.
Necesito aire.
#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Charis Tsevis
Llego al destino cargada como una mula. Y es verano, menos mal… Siempre fui como Machado, de los que van ligeros de equipaje, pero ahora es que no me reconozco… Esparzo el contenido de la maleta sobre la cama: media docena de vestidos, un par de sandalias, la ropa interior, lo imprescindible para el aseo… Y el maletín, ese recipiente de tela del que van saliendo, como siniestras sogas ennegrecidas con las que amarrar las vidas, un rosario de cables finos y flexibles de los que cuelgan a veces cargadores, otras conectores… pesados los primeros y variados los segundos.
No hay bíceps para tanta tecnología, me digo, mientras desenredo la maraña de hilos y terminales enganchados. Se me ocurre que si fueran de distintos colores te facilitarían la tarea, pero no, todo negro, como los espaguetis con tinta… Echo un ojo al cuarto, rastreando enchufes: el teléfono en la mesilla, el ordenador en el escritorio, la cámara de fotos en el baño… Y menos mal que ni me afeito ni me seco el pelo, porque a ver si no entonces.
Llega después el galimatías de las contraseñas para el wifi, que eso no lo hacen adultos responsables… eso lo hacen niños de teta cuando están aprendiendo a dibujar: AdTYnkj1l89SDKnw9t7Ql…. que la tengo que marcar tres veces porque la K mayúscula y la minúscula no se diferencian a no ser que vayan juntas…. Pordiossss, qué manera de complicarnos la vida. Me conecto al fin y apago el equipo. Miro a mi alrededor. Me acuerdo de las pelis futuristas que veía de niña. Este cuarto no se parece nada a todo aquello. Los objetos no se teletransportan. Y los coches siguen siendo terrestres. Y contaminando un huevo. Los testigos luminosos parpadean, inquietantes: la tele, los cargadores, el hilo musical, el mando del aire acondicionado cuyos motores atruenan desde el balcón…
Salgo al pasillo dejando tras de mí el portátil, el móvil, los cables, las baterías y las claves de seguridad.
Necesito aire.
#SafeCreative Mina Cb
Imagen: Charis Tsevis
Y ahora hay que cargar además con un ladrón, digo ladrón no caco, por la manía que tienen en los hoteles de no tener apenas enchufes asequibles.
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