DE ABLITAS A VIRGINIA
El otro día me volvió a pasar. Y fue en Ablitas. Me acerqué hasta allí a ver el concierto de las Hespérides y andaba bastante desorientada en lo que se refiere al tráfico, lo cual viene a decir más o menos que acabé echando marcha atrás casi cien metros por no dejarme la carrocería en una esquina, cuando sucedió. Me hallaba en una placeta, oteando el horizonte con la mano apoyada en la manilla de la puerta a la espera de avistar el castillo, cuando vi que un señor andaba trasteando en la bajera con la furgoneta y decidí hacer lo de toda la vida de dios, esto es, pasar del GPS y preguntar. El hombre, muy amablemente, me indicó donde podía aparcar y, tras mirarme de arriba abajo, preguntó:
¿Tú eres Minina, no? Muy bueno lo del rey esta mañana.
Y yo le di las gracias por las indicaciones y el piropo y me perdí por entre las calles de la villa más hueca que un pavo real.
Pero es que esta mañana ha vuelto a suceder y ha sido increíble. En el curro, una señora que vive al otro lado del mundo y cae por aquí de vez en cuando, me ha preguntado si era yo. La que escribe en el Facebook, matizaba. Y yo le he respondido que sí. Y me ha dicho que ya llevaba tiempo leyéndome pero que al verme en un video había caído en la cuenta. Y que a veces comparte cosas mías en las redes y debe de haber algún que otro virginiano de ascendencia ibérica que sigue mis andanzas. Hijos o nietos de pastores, me aclaraba, que emigraron en busca de un futuro mejor y a quienes les gusta recordar las cosas del terruño.
En Virginia y California. Que he flipado imaginándomelos leyendo las cosas del Toquero. Bueno, y las mías. Y he agradecido una vez más la existencia de esta ventanita que me permite compartir el don que la fortuna tuvo a bien otorgarme con toda aquella persona que lo quiera disfrutar. Y que, si hace doce o trece años, cuando me inventé a la Minina una sobremesa de verano, me dicen que me iban a leer en los Estates me hubiera desmayado del gustirrinín. Y que gracias de nuevo por estar ahí día tras día, me da igual en Ablitas que en Tudela que en la soleada California. Gracias por permitir que mi pluma traspase los océanos y me haga sentir un poquito escritora de verdad.
Gracias. De corazón.
#SafeCreative Mina Cb
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
jueves, 2 de octubre de 2025
miércoles, 1 de octubre de 2025
EL DESEO DE AMAR (Y SER CORRESPONDIDO)
La verdad es que hace mucho tiempo que lo pienso, pero hasta ahora no me he atrevido a confesarlo. Y es que no sé si será cosa de la edad o de esa ola de hedonismo (palabro que rima con egoísmo más que a la perfección) que nos invade y que considera cualquier anhelo amoroso como una minusvalía emocional, voy observando cada vez con más frecuencia el pudor que el personal muestra a la hora de hablar de sus necesidades afectivas.
Me explico:
Desde que entró en vigor esa corriente que defiende que el deseo de tener una pareja es reflejo de una soterrada falta de autoestima (no estás incompleta y blablablá…) que se traduce en dependencia emocional, a la peña le da vergüenza a reconocer que le gustaría tener a alguien que le hiciera cariñitos cuando se sientan en el sofá. De hecho, si buceas por alguna de esas aplicaciones de ligoteo te encuentras con un montón de perfiles sin rostro que justifican la ausencia de imagen con la frase “no pongo fotos por motivo de trabajo, pero las mando sin ningún problema por privado”. Como si en el caso de que su jefe o jefa le diera una vuelta por esas redes de Eros y se encontrase con su subordinado buscando amor, o sexo, o lo que quiera que cada cual busque en esas plataformas virtuales, le fuera a suponer, en el mejor de los casos una bromita piadosa y en el peor, un despido fulminante.
Y es que si dices que la soledad te pesa y que te gustaría tropezarte con alguien que te acompañe en el camino, lo cual no forzosamente implica que se instale en tu casa o se convierta en tu sombra; si lo dices en voz alta me refiero, el personal te mira como si fueras una venusiana. Y están desde quien te insinúa que eres una dependiente emocional hasta quien culpa a Disney, al catolicismo a ultranza y al heteropatriarcado, que el pobre parece ser el culpable de todos los males de la modernidad. Claro que también hay quien, alentado por tu valentía, se atreve a confesar en voz bajita que le pasa lo mismo pero que le avergüenza reconocerlo en público.
Y de este modo, mientras que toda clase de realidades diferentes van abriendo a patadas las puertas del armario en el que habían guardado durante decenios su vergüenza, las personitas y personitos que son felices cual perdices viviendo con sigo mismas pero aún así echan de menos a alguien que les achuche fuerte cuando la vida se pone cuesta arriba, o que directamente les dé un buen revolcón aunque haya que madrugar al día siguiente, siguen manteniendo en secreto du deseo por temor a ser juzgadas por algo tan humano como manifestar su necesidad de ser queridas.
En resumen: que al personal no le duelen prendas de reconocer que defrauda a hacienda, que le han quitado todos los puntos por conducir bebido o que le pone los cuernos al novio, pero le da corte reconocer que le gustaría enamorarse hasta las trancas.
Gilipollas que somos…
#SafeCreative Mina Cb