jueves, 18 de abril de 2024


 

UN “THELMA Y LOUISE”

Lo tenían hasta el gorro. Las dos. La verdad es que en principio sólo la amiga, pero al final las dos. Y es que entre Telma y él las cosas siempre fueron rodadas. Ella con más genio y el un poco pusilánime, pero bien. O sea que se complementaban y era guay. Y ambos tenían un buen curro y andaban sobrados de dinero y el sexo era, ya no magnífico, sino espectacular. Hasta que llegó la Luisi esa, que no sabía de dónde la había sacado su mujer. Que para él que estaba enamorada de ella y por eso no la dejaba ni a sol ni a sombra. Ella, o sea su Telma, no estaba por Luisi ni de lejos. Que eran una pareja que se comunicaba y lo tenían hablado. Pero el caso es que la intrusa ejercía una retorcida influencia sobre su chica, que poco a poco había dejado de ser la misma, que ni follar le apetecía. Bueno, hasta llegó a pensar que las amigas tenían rollos hetero a sus espaldas, o que se iban a garitos de encuentros, o qué se yo. Porque a veces pasaban el fin de semana juntas. El pobre, de puro desconcierto, hasta le había propuesto divorciarse, pero ella le decía que no, que lo quería. Y que lo del bajón de líbido sería pasajero, y el resto de las desavenencias que habían surgido entre ellos desde que Luisi llegó no eran sino la crisis de los veinte años de convivencia. Pero él ya no tragaba, y se imaginaba todo el tiempo lo peor. Y pasó de no estomagar a Luisi a ir gestando una ciega inquina hacia su compañera de vida. Y a no poder soportar su presencia. Tanto que este malestar le nubló el entendimiento y al final paso. Él era un cerebrito. Siempre lo había sido. Como hacker no hubiera tenido precio, era capaz de intervenir cualquier ingenio.

“Este finde me voy con Luisi de pesca. Al lago”- le anunció a mediodía. Y fue la clave.

Aprovechando que ella dormía como las piedras, se deslizó en plena noche hasta el garaje. No le costó ni diez minutos trucar el GPS. Era para tontos. Bastó con introducirle una actualización en la que había pasado trabajando toda la tarde y bingo. Al día siguiente, y donde según el navegador se extendía una recta de dieciséis kilómetros, lo que había era un abismo del copón.

Y es que, después de tantos años, conocía bien a Telma. Y sabía cómo le gustaba darle al acelerador.

#SafeCreative Mina Cb

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