CRIATURAS DEL AVERNO
Es domingo y un sol casi primaveral baña la terraza. La clientela remolonea en este mediodía bonancible, cada cual a lo suyo. Es un sitio tranquilo habitualmente. Y muy soleado.
De repente se oyen voces y comienza el movimiento. Dos personas se levantan, agitadas, cogen a su perrito y cambian de mesa.
“Iba a por él. Derecha”- puedo oír.
Me pica la curiosidad y dirijo mi mirada hacia el lugar. No veo nada. Quiero decir nada amenazante. Pero la señora continúa. Al fin, uno de los clientes del bar se agacha y yo la localizo: la minúscula oruga repta por una de las grietas del pavimento, en línea recta. Como lo hacen ellas habitualmente. Sé, como casi todo el mundo, de los perniciosos efectos de la procesionaria, pero también sé, porque me lo contó un amiguete biólogo, que su expansión vino motivada por la ambición humana. Plantar pinares sin control para la explotación de la madera hizo que esos bichitos, que se acaban convirtiendo, me comentó, en unas feas mariposas, se hicieran plaga. El hombre una vez más, metiendo sus manitas en donde no debe y transformando en problema a una minúscula bestezuela que, sin duda, tendrá alguna utilidad para el ecosistema. Aunque pueda matar, lo sé, a los perros.
Y de ahí el alboroto. Y el “Iba derecha hacia él”. Como si la pobre oruga albergase algo personal contra el can y quisiera atacarlo. Como si en vez de un gusano fuera una pulga portadora de la peste. Como si los animalitos poseyeran esa vil cualidad de causar mal deliberadamente que solo tenemos los humanos.
He seguido a lo mío, sin manifestar públicamente que justo en ese momento, viendo el efecto que causaba sobre la concurrencia un bichito tan pequeño, estaba entendiendo de verdad el por qué del triunfo de las tiranías, hasta que una chica que andaba por allí ha propuesto a un chaval que parecía haberse erigido en líder de la crisis: “¡Quémala!”. He levantado la vista, horrorizada, para preguntarle si a ella le gustaría que le hicieran lo mismo y entonces el chico, cogiendo al gusano con dos palillos, me lo ha mostrado, proponiéndome que me lo podía llevar a casa. No sé qué ha hecho con él, la verdad, ni con las otras tres oruguitas que circulaban unos metros más allá, siendo observadas con horror por dos niños como si fueran criaturas del averno.
#SafeCreative Mina Cb
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