VEINTICUATRO HORAS
Amaneces con la confirmación radiofónica de la declaración de guerra arancelaria por parte del chérif del planeta. Que no es más que un suma y sigue porque el día de ayer acabó peor que regular. Las peras que sacaste de la nevera para el desayuno tienen más parte podrida que comestible y te acuerdas de ese reportaje que enseñaba la putrefacción al microscopio y van a la basura, que hay amaneceres que es mejor no tentar a la suerte. Así que desayunas otra cosa. Piña no, que a veces te sienta mal y no está el horno para bollos. Te echas a la calle y amenaza lluvia. La borrasca nueva, que no se las que van. Y cuando llegas al curro hay un marrón de mil narices que te termina de tumbar el ánimo. Sales y jarrea. Te vas a dar una vuelta a ver si se te pasa el mal humor y de pronto te das cuenta de que debes de tener un agujero en la suela de la bota. Y con razón, porque ese par es de antes del covid. Llegas a casa, te sientas a escribir y quemas la comida. Lo cual tampoco es una novedad. Tras la ingesta de las lentejas churruscadas intentas descabezar un sueñecito pero los últimos acontecimientos personales (a lo de Trump ya te has acostumbrado) te tienen la cabeza en modo centrifugadora, de modo que coges el libro que empezaste ayer y entonces sí, te duermes. Y te despiertas con el tiempo justo para llegar al compromiso que tienes esta tarde, que ya está negra la gente que te espera. Tratas de concentrarte en lo que estás, sales más o menos airosa y al activar el móvil tras el evento te encuentras varios mensajes de tu ex, ese que vuelve a dar porculo de vez en cuando. Que hoy toca porque hay alineación planetaria. Dudas si contestarle o no y al final le mandas una frase lapidaria y lo bloqueas. Por todas partes. Y te acercas a lo viejo a echarte una cerveza pero resulta que hoy, precisamente, no te encuentras con nadie. Y sigue jarreando. Y entonces decides irte a casa, te acuerdas de que es jueves y reparas en que van a dar las nueve y hace veinticuatro horas que la primera pequeña catástrofe se desató. Y que seguro que la maldición ha caducado. Así que pones la tele en el canal ese donde dan el sorteo de la primitiva.
Porque a ver, algo tiene que salirte bien por fin.
#SafeCreative Mina Cb
Cuentos, poemas, historias... Soy Inma y os propongo que hagamos un club de cuentistas. Con imaginación. Con ilusión. Con esperanza. Un club donde pasar el tiempo, donde evadirse... Donde jugar a ser otro.
viernes, 4 de abril de 2025
miércoles, 2 de abril de 2025
martes, 1 de abril de 2025
TUDELA, LA CULTURA Y SEMENTALES
(una reflexión para leer sin prisa)
La última vez que visité París, y de esto hace ya unos cuantos años, anduve pateando Montmatre una noche con un amigo francés que había vivido allí durante un tiempo. Y aunque confieso que no es el barrio más seguro del mundo para andar a ciertas horas y por ciertas zonas, lo que lo que más me sorprendió, y gratamente, fue la profusión de bares con música en directo. Desde luego que es París, pero eran varios los locales, todos abarrotados, en los que tenían lugar al mismo tiempo diferentes conciertos de distintos tipos de música.
Pero en fin, a lo que voy es a que, finalmente, esa actividad creativa sumaba muchos puntos a una ciudad que en sí ya tiene suficiente encanto.
Lo mismo pasa con Madrid. Cuando mi amigo el francés me devolvió la visita, flipó en colores ante la animación callejera de la Villa y Corte. Quiero decir los mimos, los músicos ambulantes y todos esos artistas diverso pelaje que hacen de la calle un escenario amparándose en la bonanza del clima español.
Una ciudad sin cultura popular es una ciudad castrada. Una ciudad incompleta. Una ciudad triste. Últimamente pasó algún que otro fin de semana por cierta capital norteña y regreso a casa el domingo hundida en la miseria. Y no por la depresión que precede al inicio de la semana laboral tras un par de días fuera, sino más bien por la certeza a verme atrapada en un municipio que desde hace seis años tiene a la cultura secuestrada.
No albergo duda alguna acerca las habilidades, la efectividad y las ganas del actual equipo que trabaja en el EPEL, cuya actitud no tiene nada que ver, afortunadamente, con el anterior. Pero la cultura de un lugar no puede consistir tan solo en la programación de los estamentos oficiales, que eligen actividades y ubicación para las mismas. Es necesario que, además, se permitan las iniciativas privadas que promueven otro tipo de eventos. Me refiero fundamentalmente a las actividades musicales en locales de ocio, que antes de la llegada del actual alcalde eran más que frecuentes y que actualmente, y por esa estúpida tendencia de los gobernantes a prohibir lo promovido por gabinetes precedentes de ideología opuesta, están prohibidas. Ojo, que nadie está hablando de conciertos ruidosos hasta las tantas, sino simplemente de puntuales eventos que tengan lugar en horarios que no perturben el sueño de los vecinos. Sin ningún impedimento, el Ayuntamiento organiza actividades lúdicas en fechas concretas en las que se rebasan muy sobradamente los límites sonoros establecidos por la Ley del Ruido. Y no pasa nada. Un día es un día. Aunque sean siete como en fiestas de Santa Ana, o dos semanas como ahora mismo, con las Jornadas de las Verduras. Dos semanas en las que la ciudad se llena de visitantes que flipan con nuestra Catedral, nuestras alcachofas, nuestros espárragos y nuestras Bardenas. Pero no pueden llevarse en el recuerdo, como yo aquella noche de Montmartre, el disfrute de haber escuchado a una banda local una tarde en un bar mientras se tomaban unas cañas. Y en cuanto a lo de los aforos y las salidas de emergencia, que es la segunda excusa, también habría mucho que debatir acerca de los bares y peñas abarrotados la mañana del 24 de julio en caso de que se produjera una situación que obligase a evacuar rápidamente. Porque iba a haber muertos a porrillo.
No espero que el alcalde me haga caso; es más, si llega hasta sus ojos esta nota tal vez esboce una sonrisa y piense “quesejoda”. Pero es que no solo me estoy jodiendo yo, sino también no pocos creadores (porque aquí hay muchísima inquietud artística) que, como por ejemplo el colectivo Ribera Creativa, se ven en la necesidad de exponer su obra fuera de la ciudad, aprovechando las facilidades que dan otros ayuntamientos. Y desde luego todos los eventuales espectadores que podrían beneficiarse del disfrute de actividades ciertamente atractivas. Y no hablo ni de rojos ni de azules; hablo de dirigentes que valoran a las personas que viven en la localidad sin pensar si votan a la izquierda o a la derecha. De alcaldes y alcaldesas de todos y de todas que se enorgullecen del talento local el lugar de condenarlo a permanecer en la más absoluta oscuridad utilizando esa cerrazón mental como forma de venganza hacia anteriores equipos de gobierno. Creo que regentar una ciudad es algo que debería estar por encima de preferencias o inquinas personales, puesto que el gobierno debe perseguir el bienestar de todos. Y para eso son necesarias grandes dosis de inteligencia y empatía.
¿Y a qué fin todo este discurso? Pues a fin de que Tudela, ahora mismo, maldita la necesidad que tiene de gastarse un potosí en el nuevo centro cultural de Sementales.
Hala, ya lo he dicho.
#SafeCreative Mina Cb